jueves, 12 de noviembre de 2009

La lectura del texto es realmente fructífera, ya que remite a una visión crítica, analítica y reflexiva del papel que ha jugado el docente en el espacio educativo y la sociedad en general; además de sugerir ahondar en el tema, desde recursos intertextuales que permite retomar aspectos subyacentes en el pasado, referentes a la relación maestro - alumno y la que se debería considerar en el presente. Ahora bien, encuentro preciso el hecho de ligar ejemplos inmersos en el cine y la literatura, que traen a colasión las diferentes facetas del maestro en torno a su dependencia con el sistema escolar; lo anterior cobra mayor fuerza al validar aportes teóricos pertinentes a la evolución del mismo y la de la escuela.

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martes, 10 de noviembre de 2009

EN BUSCA DE PASOS PERDIDOS

El sistema educativo colombiano actual se encuentra en un proceso de transformación permanente que busca ampliar la participación, la autonomía, la valoración de la diversidad étnica, lingüística y cultural, en aras de la construcción de identidad nacional y sentido de pertenencia.
En este camino, el maestro juega un papel fundamenta, ya que además de estar encargado de orientar a los estudiantes, ser participe de la comunidad educativa y contribuir con la misma, es a la vez un guía en el desarrollo integral de la comunidad educativa, que colabora con ideas básicas, enfocadas en el apoyo continuo de su labor; es así como su quehacer no sólo esta ligado, por decirlo desmesuradamente, a impartir “conocimiento”, si no mas bien a establecer un diálogo con alumnos, colegas, padres de familia y demás; con el ánimo de lograr integrarse en la cotidianidad; en ese espacio ocasionalmente impregnado de problemáticas que también le competen, para que en tanto que logre convertirse en una figura pública, esto pueda ser aprovechado como un fin para acercarse más a las molestias que aquejan a los estudiantes, y de tal forma estimule y contribuya en un proceso de formación, que de cómo resultado la maduración personal.
Lo anteriormente mencionado, deberá estar ligado a procesos metodológicos, que designen un modo facilitador para conseguir atraer a los estudiantes a partir de ideas nuevas, creativas, didácticas, pero sobre todo provechosas; actividades para el desarrollo de temáticas que conserven la pertinencia según el grupo; pues es obvio que cada curso es un mundo diferente y el docente debe estar dispuesto al cambio, adaptarse a su lugar de trabajo, cuestión que también implica, la asociación de la comunidad, de modo que esta a su vez se pueda adaptar a él, todo esto, siempre y cuando se de a favor del desarrollo de valores, el avance académico y disciplinar.
Para tal caso, resulta elemental desarrollar en el aula un ambiente de participación; el salón de clase no puede convertirse en un cementerio, hileras derechas , sillas bien ubicadas, un tablero grande, un personaje que mira a sus estudiantes con alto grado de superioridad y unos estudiantes que atienden a la explicación por la sola razón de no ser castigados, o por ser tenidos en cuenta para “pasar en limpio”; contrario a esto, no sólo las clases, si no también el sistema educativo en general, deben convertirse en un espacio autónomo, en el cual no se sobrepasen los limites del respeto, y tanto alumnos como docentes estén aportando constantemente al progreso, en vías del rechazo de moralismos y prejuicios, permitiendo, una construcción en comunidad, que de cómo resultado el reconocimiento de las facultades de los estudiantes y las del maestro.
En relación, pienso que para contribuir con lo planteado líneas atrás, es necesario que los docentes se adhieran a la posibilidad de interrelacionar todas las áreas, evadiendo totalmente la fragmentación de las mismas; quizá de esta forma seria posible trabajar en conjunto y proponer desde distintas estrategias la utilización de recursos que se generen en conjunto. Una ventaja de ello, recae en que los docentes tendrían mas tiempo para compartir experiencias, seguir rigurosamente el proceso de cada estudiante y ahondar en sus discursos. En suma, seria una gran oportunidad para ir todos de la mano en busca de un mismo objetivo, el desarrollo de competencias que fomenten posibilidades didácticas.

Desde nuestro rol como futuros docentes de lenguaje y literatura, seria preciso atender a este llamado que no sólo refleja la necesidad de un cambio en las estrategias metodológicas, si no que también implica el deseo de darle valor a lo que se enseña, para que sea recepcionado de la misma forma; por ello deberíamos tener en claro qué criterios de evaluación son los que estamos manejando ¿Será que estamos mirando mas allá de una simple nota, un buen o mal comportamiento?, por qué mas bien no ahondar en actitudes y formas en que los estudiantes digieren conceptos, tal vez encontremos que el problema proviene de ambas partes, ellos y nosotros ¿Es posible considerar que la rutina nos halla sumido en un abismo de resignación? O tal vez sería preciso analizar ¿El por qué de la escogencia de nuestra esta carrera?, que cruel seria escuchar una respuesta cuyo argumento recayera en la falta de opciones, o simplemente por que los temas trabajados son deprimentes y aburridores. Como se puede observar, la solución estaría en el trato que se les de a los alumnos, en proponerse cambiar de actitud, pensar en que estamos formando seres humanos que son totalmente distintos a nosotros y que además están creciendo en una época distinta en la que nosotros surgimos; que tal si nos detenemos a mirar sus condiciones, los contagiamos del placer inmediato de enseñar y nos proponemos posibilidades para renovar cada día métodos que vayan de la mano con la retroalimentación, tal ves asi contagiemos a esos profesores cansados de grupos difíciles, quienes ven como mejor solución castigar en vez de valorizar.